Esto no es aquí (III): Inmovilidad, fusión y dolor en la obra de John Lennon

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(Tesis de grado para obtener el título 
de Letras, UCAB, 2000)



Alejandro Useche

El mito en boca de Lennon

            Una vez efectuado este breve recorrido reflexivo, se hace evidente el carácter histórico del amor. En este sentido, el amor occidental es la configuración de una historia inventada (Lewis, 1984), apiñada de interpretaciones acomodadas y reconstrucciones peligrosas. ¿Y es que acaso el amor tiene una naturaleza que le sea propia? Pensar que el amor siempre se ha percibido como esa fuerza ética sustentadora de la vida cotidiana y de la trascendencia humana no es propio del amor, sino del hombre, porque el hombre es hijo del hombre (Scorsese, 1988). Este pasado lleno de coseduras sirve de justificación para el desarrollo exitoso del discurso mítico. Si el hombre siempre ha sido así, ¿qué podría objetar uno, individuo común, que siente el peso de la historia sobre la espalda? ¿Cómo improvisar, crear, experimentar libremente si una masa inmensa de millones de hombres, poetas, filósofos, músicos y guías espirituales, acumulados por tanto tiempo, habitan nuestras mentes y nuestros centros emocionales y nos dicen cómo desempeñarnos afectivamente? ¡Hasta el ‘Hijo de Dios’ nos mira en el sueño nocturno para recordarnos una determinada naturaleza amorosa! Sólo queda callar y aceptar.

El mito del amor no oculta nada. Todo está a la vista y al alcance de todos como un gran festín. No hay truculencia ni engaño. Lo que se ve es lo que es. La historia se supone sin enmienda, pero es que simplemente la historia es otra. No se la mata. Se la deja viva, aún respirando, y se ponen en su boca las palabras adecuadas. Si no fuese así, el mito no sería convincente.

            La ola mítica se expande hasta alcanzar la invisibilidad, que es su corolario. Todo es susceptible de ser devorado por el mito: los animales, las plantas, los fenómenos ambientales y hasta el espacio exterior.[1] El universo todo se convierte en una signatura, en una confirmación de la «simpatía universal» (Eco, 1992: 71–72). Todo lo que nos rodea es un reflejo o metáfora del amor que buscamos. Entre más se parece el mundo a nosotros, más lo amamos. Por esta razón, amoldamos nuestra historia para que luzca acorde con nuestra semblanza actual. Sin embargo, se hace necesaria una cuota de especificidad y extrañeza en la otredad (sin duda, de incidencia superficial), para sentir que realmente otras culturas sienten como nosotros. Un exceso de semejanza haría pensar que se trata de nosotros mismos y el mito sería ineficaz.

            La historia contenida en las canciones de Lennon es también la historia mítica del amor. Aunque en determinadas ocasiones el cantante logre desembarazarse del discurso dominante, su producción usualmente se ciñe a éste. En otros casos, expresa, en un afán de liberación, el dolor por el mito, el desgarro producido por el deseo de zafarse de la expectativa amorosa promedio. Sin embargo, estos aspectos de su obra parecen haber sido obviados por los estudios musicales dedicados al tema. Por ello, es imperativo efectuar una revisión más exhaustiva de su corpus musical, una que se despoje de toda adulación y conformismo, o también de cierto maniqueísmo destructor imperante. La historiografía del rock ha sido presa, ya de la  fascinación, ya de la desvalorización desproporcionada.


La música de John Lennon fue una de las más influyentes dentro de la historia del pop-rock. El amor que difundió su obra fue el amor (o la esperanza de amor) de muchos. Por esta razón, la comprensión del mundo amoroso contenido en sus canciones, nos conducirá a un mayor entendimiento de las implicaciones ideológicas y afectivas que éstas han tenido y aún tienen en el mundo occidental. Comprenderlas se traduce en un acercamiento a los mecanismos amorosos de nuestra sociedad y a algunas paradojas del mundo del espectáculo que inciden en la configuración mítica de los afectos.

Sin duda, el conocimiento del legado de Lennon está mediatizado por la mitología dado que no podemos elegir las canciones que nos agraden o en las cuales creer. Gentilmente, las antologías, emisoras radiales, especiales televisivos y homenajes nos ahorran el “arduo trabajo” de revisar su discografía y nos preparan un “paquete musical” con todo lo que necesitamos saber de la estimada estrella. Y es que hay canciones que nacieron para ser marginadas. Esa es la razón por la cual son celebradas composiciones suyas como Imagina (Imagine), Mujer (Woman) y Dale un chance a la paz (Give peace a chance) y, a un mismo tiempo, son empujadas a la periferia canciones como Asustado (Scared) y No quiero enfrentarlo (I don’t wanna face it), en las cuales Lennon nos ofrece una visión dolorosa y terrible del amor y del rol del carismático.

Por la diminuta boca de Lennon, habla toda una historia inventada, elaborada para ser introyectada por todos nosotros. Las músicas se convierten, en nuestro recorrido diario, en torniquetes invisibles que marcan un tránsito preestablecido. ¿Por qué salirse de la ruta si han puesto en ella lo mejor de lo que podrías encontrar afuera? Oír es, sin duda, inmovilizarse.


En la presente investigación, es nuestro deseo concentrarnos en el análisis del tópico amoroso en la letrística de Lennon desde 1963 a 1980 (aunque auxiliados por referencias extramusicales, como películas, escritos, fotografías, etc., y la propia biografía del artista). Nuestras consideraciones apuntan, grosso modo, hacia cuatro núcleos temáticos, a decir: 1) el amor inmóvil y eternizante; 2) el amor de fusión o amor siamés; 3) el amor doloroso y sacrificado; y 4) el amor mundial o a la humanidad.






[1] Un ejemplo de cómo el mito amoroso ha interferido en nuestra percepción del espacio exterior es la siguiente nota publicada por un periódico regional: «La nasa ha decidido que hoy Día de los Enamorados, se produzca un romántico encuentro a casi 300 millones de kilómetros de la Tierra: la unión de la nave near con el asteroide Eros, que tiene nombre del dios griego del amor.
Por si la unión carecía de símbolos, el satélite Mars Global Surveyor ha remitido desde Marte una extraña fotografía de un relieve de terreno marciano que, casualmente, tiene forma de corazón.». Ver “nasa une nave espacial con asteroide ‘Eros’. Romántico encuentro muy lejos de la Tierra”, 2000: A–12. 

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