Alejandro Useche
Al contemplar la obra plástica de Gladys Prato, una certeza cobra cuerpo: no existe tópico inherentemente artístico. Sin duda, esta idea no es nueva en absoluto. Sin embargo, es siempre útil tenerla en cuenta en todo momento, sobre todo en medio del afán muy común entre críticos y observadores de aspirar a lo novedoso a cualquier precio: técnicas asombrosas y temas extraños o 'contundentes'. No así sucede con la obra de Prato, la cual, en el periodo creativo más reciente (2000-2003), se ha fundamentado en la imagen de la silla, objeto cotidiano y automatizado en nuestra experiencia.
Sillas de curvas armónicas, de líneas suaves y plácidas; sillas sensuales o cálidas, solas o formando parte de lugares pictóricos que remiten ya sea a espacios comunes como una sala de recibo, una biblioteca o un cuarto, o a lugarizaciones psicológicas: atmósferas, estados afectivos, imágenes alegóricas o simbólicas. También hay sillas con calas; incluso, sillas-cala. Asimismo, las hay acompañadas de instrumentos musicales, o también simplemente flotantes o ingrávidas, duras y geométricas, pero, casi siempre, en movimiento. En este sentido, el carácter dinámico de las sillas de Prato es un rasgo recurrente: secuencias de una misma silla en movimiento, sillas tensas, dobladas, pendiendo, vibrando, desprendiéndose, transformándose.
Es relevante destacar el sentido de experimentación compositiva y física (integración de materiales como pabilo, café, papeles y telas, entre otros) que mantiene en su proceso plástico. Pero hay un aspecto creativo de Prato que resulta de mayor interés: su capacidad de simbolización. Las sillas de esta artista se mueven en un conocimiento afectivo que toma distancia de cualquier proceso simple de significación. Sus sillas generan sentidos en cada nuevo contexto visual. Es decir, en cada cuadro la aparentemetne misma silla articula otra dirección de lectura. Incluso, en la misma imagen, la silla es conceptualmente elástica y permite interpretaciones múltiples. Asimismo, el rol de este objeto común está usualmente cargado de ambigüedad o polaridades (contradicciones).
La silla muy frecuentemente sustituye a la figura humana, connotando actividad física y psíquica, así como construcción de un yo: la silla es actitud y deseo. Sin embargo, también suele ser en la obra de Prato lugar de descanso o meditación, porque, como bien lo afirma Federico Revilla, la silla es el soporte del alma (1999: 401). De este modo, se genera un circuito simbólico en la obra plástica de Prato. Probablemente resida allí la fuerza interior que guiará a la artista en la creación de soluciones formales propias e isomórficas, es decir, acordes a los sentidos simbólicos implícitos en la imagen.
Referencias
Revilla, Federico. (1999). Diccionario de iconografía y simbología. Madrid: Cátedra.
* Publicado en el catálogo La silla como interioridad: imágenes de Gladys Prato. Escuela de Artes Visuales 'Rafael Monasterios', Maracay, 2003.
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