Explicaciones psicodélicas de por qué Maracay es beatlera

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Alejandro Useche



Aunque en una ocasión George Harrison expresara que ser beatle había sido un infierno; a pesar de que Lennon dijo que el sueño había acabado, hemos sido empeñosos en mantener viva una música y una mitología que, en principio, nos son ajenas. ¿Cómo se explica la efervescencia beatle en Maracay, una ciudad que no participó del auge y acmé del pop art, de la psicodelia, de los primeros brotes del rock sinfónico o del movimiento hippy en su mayor esplendor? ¿Qué explica que en esta ciudad de Venezuela haya tenido lugar un Club de los Beatles en la Biblioteca Agustín Codazzi (bajo la dirección de Émiric Barazarte) o tan extraña idea como Centro Beatle en el Museo de Arte Contemporáneo de Maracay Mario Abreu? ¿Qué justifica a los seguidores de los Cuatro de Liverpool en la cuna de la aviación y del régimen gomecista?

      Y, más recientemente, ¿cómo podríamos comprender un concierto como el ofrecido por la Orquesta Sinfónica de Aragua el pasado 22 de marzo en los espacios del Teatro de la Ópera de Maracay, un concierto basado exclusivamente en temas beatleros? Preguntas desconcertantes. En los países no anglófonos (como el nuestro), el fenómeno beatle debe abordarse de una manera específica. Para empezar por lo más evidente, no hablamos la lengua de los melenudos, lo cual no impide que mucho de nosotros canturreemos estas canciones en el más estricto "inglés machucado". La mayoría ignora lo que cuentan las canciones. No obstante, saben o intuyen lo que expresan. 

       Expliquémonos mejor. A pesar de que el oyente no sepa que Lucy en el cielo con diamantes narra una historia alucinada de un muchacho que ve una mujer con ojos de caleidoscopio en una estación de tren o en un paraje cundido de árboles de mandarina, o que el tema Ayer (Yesterday) diga "Ya no soy la mitad del hombre que solía ser", sin duda, siente la atmósfera extraña y alucinante de la primera, y la melancolía y la dulce herida de la segunda. 





      En definitiva, las vibraciones en el aire, en lo invisible, le son significativas. Cuando se oye Retuércete y grita (Twist and shout), no importa que no se sepa que Lennon grita, acompañado de su coro excitado, "Menéate, nena, retuércete y grita", para que se sienta la urgencia sexual y la invitación a bailar. Sabiamente ha expresado Shopenhauer: "La música no ofrece conceptos ni conocimientos, pero cuando suena libera al hombre del espacio, del tiempo, de la casualidad y de todas las ataduras temporales". ¡Qué cosa tan extraña! ¡Un arte hecho de tiempo que nos libera del tiempo!

       Ahora bien, si es cierto que el espíritu de la música de los Beatles es posible aprehenderlo a través del disfrute y la reflexión del sonido, las ideas más específicas, terrenas o complejas escapan a nuestro entendimiento. ¿Quién está al tanto que en el tema Soy la morsa, sardinas de sémola escalan la Torre Eiffel, mientras pingüinos elementales cantando Hare Krishna le dan patadas a Edgar Allan Poe? Pocos. Aquí entra el segundo factor que incide en nuestra percepción de la música de los Beatles.

       Si por un lado, existe una comprensión sonora, el resto está ocupado por los estereotipos brindados por los medios y por la historia recordada e inventada. En fin, por el mito. El mito es expansivo y voraz, camaleónico y sincero. No oculta nada. Lo muestra todo. Todo. (Sospechosamente). Sólo falta que repitas "ye-ye-ye". Ahora bien, volviendo (de golpe) al concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica de Aragua, conjuntamente con el Rock and Roll Circus, hay que, sin duda, aupar esta iniciativa porque implica una ampliación del espectro musical en relación a la tradicional formulación de espectáculos en base a música académica. Asimismo, establece una feliz conexión entre lo sinfónico del rock, y lo roquero de lo sinfónico. Una orquesta ejecutando temas de una banda de rock, la cual constituyó el antecedente más sólido de lo que llegó a ser el rock sinfónico. Inteligente fue "sinfonizar" aquellos temas no sinfónicos de la banda como La noche de un día difícil




      ¡Y la sala apiñada de gente! No puede ser una falsa alarma, un capricho de las redes microsociales que se aglutinaron azarosamente bajo hipnosis. Estos conciertos son indicadores de los gustos y mitos del maracayero. También una nueva perspectiva de la gerencia de la OSA, a tono con los cambios que han ocurrido con relación a las instituciones culturales con su público. Lamentamos que el material impreso (de buen papel y formato) haya servido de soporte de textos tan exangües y estereotipados sobre los Beatles (y accidentados con errores e imprecisiones múltiples), así como fallas pasajeras de sonido que hubo en ciertas transiciones. Sin embargo, deseamos que la experiencia se repita con un repertorio renovado y con estas dificultades superadas. 



* Publicado en la columna La cebolla de vidrio, del periódico Vanguardia Cultural, 1 (6), junio-julio, 2002, p. 18. 

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