Anotaciones en torno a Mario Abreu (en ocasión de la visita a la exposición Documentaria, 2006)

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Alejandro Useche



Mario Abreu, Mujer vegetal


I.        

        Ver a Mario Abreu de nuevo, su Mujer vegetal. Ese reposo imperturbable, ese cuerpo constelado, punteado de vida y de una sabiduría sin palabras. Entonces, me quedé. No quise irme. 


II.

        Todavía la horizontalidad de la figura y la horizontalidad del plano me calman, me inducen a un reposo sin obstáculos. La mujer yace y de su silueta emerge una montaña. Sus talones, su muñeca, su hombro parecen cúspides terrestres. Esta mujer es un paisaje más que un retrato. Todo está bien. Nada perturba. 

        La piel verde de la fémina la convierte en algo más profundo y arcano que una mujer: una mujer vegetal, es decir, el aspecto femenino del mundo. Esta feminidad, por ser verde, está en constante crecimiento, es fecunda y esperanzadora. Es una feminidad plena de vida, lo cual queda corroborado por el punteado rojo de su cuerpo. Una red de puntos rojos y negros instauran no sólo la vida en ese cuerpo, sino también el cosmos entero, por su semejanza a un circuito estelar. A esta estrategia recurrió Abreu en su célebre Toro constelado. El punteado, además, por contraste de complementarios (verde / rojo) vuelve vibrátil el cuerpo yacente de la mujer, el cual descansa sobre grandes flores circulares y abiertas, como óvulos fecundándose o listos para fecundarse. Estas flores, extraordinario lecho mítico, poseen un comportamiento central-rítmico y centrífugo: se expanden e iluminan. Sus centros claros y amarillos evocan la idea de "dar a luz", pero también la idea de disponibilidad sexual, tomando en cuenta que la flor es, técnicamente, el genital de la planta. Esto está en correlación con la presencia de una mujer joven, turgente, desnuda, coqueta (véase el abanico vegetal en su mano, así como sus uñas rojas) y con la vitalidad suficiente para ser exitosamente fecundada.

        A la estrategia de armonía cromática por complementarios para la figura femenina (rojo / verde), el contexto interno está trabajado con una estrategia general de contraste por temperatura (cálidos / fríos) que, a su vez, comporta armonías cromáticas por análogos (verde / azul y amarillo / rojo o naranja / rojo). Los tonos cálidos suelen emplearse en los centros de las flores para acentuar el "alumbramiento". 



Mario Abreu, Toro constelado

        La mujer ostenta una suerte de gorro especular tornasolado cuyos sentidos tienden a ser ambiguos. Por un lado, podría remitir al bufón o al joker. Por otro, el carácter especular alude a su cualidad reflectante-lunar. Entonces, la obra se abre y se descubre una seriación simbólica: mujer-vegetación-sangre-luna-agua-espejo. El carácter lunar está indicado por la presencia de un disco blancuzco con leves aplicaciones de azul y gris. Esta luna, ubicada tras la cabeza de la mujer, funciona como un nimbo y, por lo tanto, dignifica y sacraliza a la figura. La luna es reflectante porque refleja la luz del sol. El gorro del espejo es acuático porque refleja. 

       El agua es el espejo primigenio. El gorro es reflectante como lo es la luna. De este modo, se cohesionan los elementos y su sentido simbólico. Entonces, descubrimos un elemento clave: la mujer, dormida, abraza un libro rojo. Es un libro que no se lee, dado que la mujer duerme eternamente. Si el libro nos remite a la idea de conocimiento, ¿qué saber está contenido en el libro rojo de la Mujer vegetal? Creemos que se trata de un conocimiento profundamente mujeril, esto es, un saber arcano, profundo, inconsciente y sin palabras. Es un saber de la vida (rojo) que hunde sus raíces en el misterio de la concepción, el nacimiento y los ciclos biocósmicos. 

        El cielo está despejado, luminoso. Una luna creciente amarilla está suspendida en el viento. Esta condensación de la luna solar ya está presente en Toro constelado y parece tener que ver con preocupaciones, consciente o inconscientes, en torno a la paradoja y el hermafroditismo simbólico, la conjunción de los opuestos

        Asimismo, el empleo del punto posee una función plástica de vibración y conmoción visual, así como de texturización. De igual modo, el punteado, tanto de la intrafigura como del plano inferior, parece cumplir un rol germinativo, de vida orgánica minúscula. 

        La figura femenina sintetiza estilización (entendida como elegancia) y tosquedad por la figuración de las manos, uñas y abanico, por un lado, y los pies y el torso, por otro. Con ello se logra una combinación de delicadeza y primitividad. 


III. 

          La obra de Abreu en Documentaria (Mujer vegetal y el objeto mágico Yo, Mario, el Saltaplaneta) resuenan en sala, consigue sus afinidades y herederos; entre ellos destacan Miguel von Dangel, Carlos Zerpa, G. Morere, incluso el mismo Octavio Russo. 

        La figuración del arte natural-simbolico y el procedimiento metafórico-conceptual del ensamblaje, que consiguen en Abreu su propulsor, se percibe, subyacente, en numerosas piezas de la muestra. 


IV. 


        La exposición es panóptica, general y sintetizadora, lo cual es una ventaja. Sin embargo, la estrategia cuatorial "cuadro-en-pared-rótulo-luz" es insuficiente para brindar un recorrido comprensivo, didáctico y audaz por tres décadas de arte. No basta con la selección y un montaje "limpio". Hace falta textos más antropológicos, otros más poéticos y otros más íntimos, así como el video documental, la encuesta y el color para totalizar, comunicar y hacer interactuar. Incluso, idear dispositivos museográficos interactivos es cada vez más importante. Percibí, por otra parte, fallos en la rotulación (ubicación ambigua) y en el emplazamiento de las piezas (superación del cono de visión). Y, por supuesto, en esos 30 años, ¡falta tanto artista! Se trata de una historia ya demasiado oficial. ¿Dónde está Jorge Chacón?, ¿dónde está Juan Félix Sánchez, Alejandro Ríos, Edison Parra, Henry Bermúdez, el trabajo de José Caldas antes del Certamen Mayor de las Artes?




V. 

        Me he detenido ante Abreu por su capacidad de simbolizar poéticamente estructuras, comportamientos y deseos profundos, universales y arcanos. Pero también me he detenido ante Edgar Sánchez (Piel y paisaje N.º 20, 1983) por su facultad de figurar el silencio, de hacer visible lo invisible, lo inexpresable. Con una economía de medios significativa logra transmitir el estado emocional de la inefabilidad. O el de la represión. O el de la ausencia. 

        También me he detenido ante Ernesto León (Muerto, así yo pinto para ti, 1984) porque, en un momento, sintetizó todo el poder que poseen las fuerzas tanáticas internas. Reconocí que pinto desde la muerte, esto es, que pinto porque, en cierto modo ya estoy muerto. El cuello quebrado del pájaro fue icono suficiente para acceder a la voz cortada o tronchada por la disgregación, maceración, fragmentación, descoyuntamiento y partición del ser. La obra como entrega, como objeto para la vida del otro desde la muerte propia. Así lo experimenté, en una vivencia que combinó la inventiva del símbolo, la profundidad del silencio y la delicia de la muerte.





         

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