Acercamiento al Quijote

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Alejandro Useche


       "Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547-1616), novelista del Siglo de Oro de la literatura española, nos ha legado una de las obras literarias más leídas y estudiadas del mundo: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. La primera parte de esta obra apareció en Madrid en 16051, diez años más tarde se publicó la segunda parte. 

       El Quijote es una obra tremendamente universal. En ella se encuentran una vez más el eterno conflicto entre el ideal y la vida práctica. Cada uno de nosotros puede ser por momentos Don Quijote y Sancho: uno y otro son los dos polos del espíritu humano. Tal polaridad, según José García López2, es una maravillosa síntesis de las dos orientaciones que definen la cultura española. Esta postura ante la realidad es la más aceptada en el mundo occidental y por la mayoría de la crítica literaria. Turgeniev, novelista ruso del siglo pasado, señala dicha polaridad y compara el idealismo quijotesco con el Hamlet de Shakespeare3. Esta polaridad no es la única postura posible para ver al Quijote y a los elementos que allí se presentan. Ambas posturas no son irreductibles; por el contrario, son elementos de un complejo sistema en donde cada uno de dichos elementos depende del otro. Es un todo. Son sólo dos factores de una gran masa dinámica que se redefine constantemente, que fluye que está en movimiento. Los personajes no son ni idealistas ni prácticos, son sólo una misma cosa que posee centenares de máscaras que abarcan mucho más allá del idealismo y el practicismo. Esas dos postura sólo son parte de la psicología de los personajes que poco a poco van evolucionando tal como si fuesen seres humanos. Este concepto es equiparable con la filosofía que se expone en El Lobo Estepario, escrito por Hermann Hesse, novelista nacido en Wutemberg en 1877. El Lobo Estepario nos muestra un concepto similar. Hesse también hace evolucionar a su personaje que vive en un conflicto polar entre la razón y la impulsividad, entre el pensamiento y el instinto. Este personaje madura poco a poco a través de peculiares vericuetos que el autor crea hasta llegar a una nueva postura en donde dicha polaridad es sólo un absurdo que atormenta al hombre. En El Lobo Estepario se comenta: 

Y si alguna vez en las almas humanas organizadas delicadamente y de especiales condiciones de talento surge el presentimiento de su diversidad, si ellas, como todos los genios, rompen el mito de la unidad de la persona y se consideran como polipartitas, como un haz de muchos yos, entonces, con sólo que lleguen en auxilio a la ciencia (...) Cuando, por consiguiente, un hombre se adelanta a extender a una duplicidad la unidad imaginada del yo, resulta ya casi un genio, al menos en todo caso una excepción rara e interesante. Pero en realidad ningún yo, resulta ya casi un genio, es una unidad; sino un mundo altamente multiforme, un pequeño cielo de estrellas, un caos de formas, de gradaciones y de estados, de herencias y de posibilidades.4


 De esta manera, como lo explica Hesse, tanto Don Quijote como Sancho Panza no son unidades, no están en una posición irreductible, tampoco son estados inmóviles. Son ese 'pequeño cielo de estrellas', sus posibilidades son innumerables, dentro de ellos mismos hay una infinidad de yos que son recreados a través de la obra. Dicha polaridad sería sólo un mito de unidad, como lo expresa Hesse. Ver al Quijote de esta manera no sólo le agrega más dimensión al texto sino que nos hace comprender de una manera más cabal el proceso evolutivo de los personajes y entendemos cómo estos logran transformarse en casi seres humanos independientes del texto. El mito de la unidad parece ser una necesidad del hombre lo mismo que el respirar y el comer. 

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Se ha supuesto la existencia de una edición anterior (1604). Ver: Martín de Riquer, Aproximación al Quijote, p. 41. 
Ver José García López, Historia de la Literatura Española, capítulo 33.
Ver D. Juan Alcina Franch, "Estudio Preliminar". En: Miguel de Cervantes: Don Quijote de la Mancha
Ver Hermann Hesse, El lobo estepario, p. 223. 


* Texto publicado en Eximios. Publicación Periódica del Centro de Estudiantes de Letras (UCAB), mayo 1995, en la sección "Márgenes Literarios", página 5. 

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